"Si mis poemas no hacen correr la dopamina de mis lectores, no son buenos"
“La poesía es un poderoso estímulo emocional capaz de involucrar áreas cerebrales de recompensa”, afirma un estudio de la Universidad de Bangor, Reino Unido, de 2017, liderado por el doctor Eugen Wassiliwizky, que trabajó con un grupo de personas a las que se puso a escuchar poesía mientras se analizaban sus cerebros con distintas técnicas.
El circuito cerebral del placer, también llamado circuito mesolímbico dopaminérgico (CMLD), está formado por un pequeño grupo de regiones cerebrales en las que se producen niveles altos de dopamina. Este circuito se activa cuando recibimos estímulos que nos proporcionan placer como comer chocolate, practicar sexo, ir de compras, etc. Incluso una simple idea (¡la poesía!) puede activarlo. El CMLD conecta el mesencéfalo con el sistema límbico. Esto sucede a través de la proyección de neuronas dopaminérgicas desde el área tegmental ventral, en el mesencéfalo, con el cuerpo estriado ventral, entre los que se encuentra el núcleo accumbens. Además, se relaciona con otras estructuras como la amígdala (emociones), el hipocampo (memoria) o la corteza prefrontal (razonamiento).
La respuesta emocional a la literatura, en general, comparte zonas de activación con la música; sin embargo, son más las zonas del hemisferio derecho las que parecen estar relacionadas con la poesía (Wassiliwizky et al., 2017).
El poder emocional de la poesía: circuitos neuronales, Psicofisiología y principios compositivos
Usando Psicofisiología, neuroimagen y respuestas conductuales mostramos que la poesía recitada puede actuar como un poderoso estímulo para provocar respuestas emocionales máximas, que incluyen escalofríos y ‘piel de gallina’, objetivamente medibles, que activan el circuito de recompensa principal.
Es importante destacar que, si bien estas respuestas a la poesía son en gran medida análogas a las encontradas para la música, sus bases neuronales muestran diferencias importantes, específicamente con respecto al papel crucial del núcleo accumbens (Wassiliwizky et al., 2017).
Con una antigüedad de unos 4,300 años, la poesía escrita es el registro más antiguo de la literatura humana.
Es probable que las raíces de la poesía lleguen mucho más lejos en el pasado, a una época en la que la alfabetización aún no había evolucionado y los poemas se transmitían en tradiciones orales. El hecho de que la poesía haya acompañado a la Humanidad durante un período tan largo sugiere un fuerte control sobre la cognición y la emoción humanas.
Existe amplia evidencia de que los sentimientos subjetivos de escalofríos, así como la piloerección objetivamente medible, es decir, la ‘piel de gallina’, constituyen picos emocionales de recepción musical.
Fuente: Mgtr. Christian Echeverría González, psicólogo y escritor
El hipocampo y la corteza sensorial asociativa están relacionados con aspectos de la memoria. La hipocampo es como un gran administrador de nuestros recuerdos: decide si un recuerdo puede ser o no amenazante y, en función de ello, envía un mensaje a la amígdala, que define nuestra respuesta ante el estrés: lucha/huida. El hemisferio derecho, por su parte, ayuda en la elaboración de elementos que tienen carácter espacial y en la visión global de la palabra escrita. Las áreas prefrontales participan en la planeación y mantenimiento del tema, además de ayudar a corregir y alcanzar la meta de escritura propuesta.
Memoria de trabajo y memoria a largo plazo del cerebro
La memoria de trabajo participa activamente en la fase de composición o planeación del texto. También ayuda en la organización de información proveniente de la memoria a largo plazo.
Hipótesis de mis talleres
Un diario emocional o un diario de duelo modificarían las conexiones neuronales relacionadas con el hipocampo (la memoria) y la amígdala (emociones), y esto ayudaría a sanar traumas y otras dificultades psicológicas y emocionales.
Fuente: Mgtr. Christian Echeverría González, psicólogo y escritor
Ínsula
La zona del cerebro asociada con la introspección es la corteza prefrontal anterior, que se encuentra justo detrás de los ojos, según un estudio del Centro Wellcome Trust de Neuroimagen de Londres en 2010, publicado en la revista Science. Otro estudio de la Universidad de Bangor, en el Reino Unido, sobre el impacto de la poesía en nuestro cerebro, registró gran actividad en la zona de la ínsula media, la cual es clave en la consciencia interoceptiva (darse cuenta del propio cuerpo) y en las representaciones neuronales de los estados internos del cuerpo (Wassiliwizky et al., 2017).
Fuente: Mgtr. Christian Echeverría González, psicólogo y escritor